La reciente catástrofe causada por la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) en Valencia ha puesto en evidencia, una vez más, la falta de preparación y respuesta efectiva por parte del gobierno español frente a desastres naturales de esta magnitud. Las lluvias torrenciales y las fuertes inundaciones dejaron tras de sí graves daños materiales y perjuicios a cientos de ciudadanos que, sin la ayuda necesaria, se vieron obligados a enfrentarse solos a las consecuencias. El impacto del fenómeno atmosférico ha dejado al descubierto carencias en las infraestructuras y en los mecanismos de emergencia, situaciones que deberían haberse prevenido y para las que el gobierno aún no ha dado una solución definitiva.
Desde hace años, los expertos en meteorología y gestión de riesgos advierten sobre el incremento en la frecuencia y virulencia de eventos climáticos extremos en la península. La DANA no es un fenómeno nuevo, y ya ha afectado a diversas regiones de España en el pasado. Sin embargo, a pesar de esta experiencia, el gobierno sigue sin implementar políticas preventivas y efectivas para proteger a la ciudadanía y a sus bienes. Las infraestructuras de drenaje y protección siguen siendo insuficientes, y el sistema de alerta temprana parece no haber alcanzado su máximo potencial. La falta de recursos y de coordinación entre los distintos niveles de gobierno ha agravado la situación, dejando una estela de pérdidas y desesperanza entre los afectados.
Ante la tragedia, la visita de la reina y el rey a las zonas afectadas intentó enviar un mensaje de solidaridad y apoyo a los ciudadanos de Valencia. Sin embargo, su presencia fue insuficiente para calmar la frustración de muchos que, enfrentados a la destrucción de sus hogares y negocios, no ven en estos actos un verdadero compromiso de ayuda. Aunque la monarquía intentó dar visibilidad a la situación y acercarse a los afectados, la realidad es que sin un respaldo gubernamental fuerte y decidido, esta visita corre el riesgo de ser vista como un gesto vacío, destinado más a la imagen pública que a resolver los problemas reales que enfrentan las personas.
El gobierno, por su parte, ha respondido con promesas de ayuda y reconstrucción, pero muchos cuestionan si estas promesas se cumplirán de manera rápida y efectiva. La experiencia previa con situaciones similares no es alentadora; en muchos casos, los fondos y ayudas llegan tarde o son insuficientes para cubrir las verdaderas necesidades de los afectados. La población espera medidas concretas que vayan más allá de las palabras y los discursos, y que se traduzcan en acciones inmediatas y de impacto. Es necesario un plan de acción serio que contemple la mejora de las infraestructuras y una mejor organización de los recursos en situaciones de emergencia.
En conclusión, la DANA en Valencia ha sido una prueba más de las carencias y debilidades en la respuesta del gobierno español ante catástrofes naturales. La visita de los reyes, aunque simbólica, no basta para cubrir la ineficiencia de las instituciones en proteger a su ciudadanía. Si el gobierno no actúa ahora, fortaleciendo tanto la prevención como la respuesta rápida, seguirá exponiendo a sus ciudadanos a riesgos evitables. En un contexto de cambio climático y fenómenos extremos cada vez más frecuentes, la falta de previsión y de acción no solo es irresponsable, sino también, en última instancia, peligrosa.